Capítulo 3: "Estampida del laboratorio"

Las clases ya habian empezado y yo aún continuaba corriendo por el pasillo junto a Frankie Stein.
- Aula 14-A... Aula 14-A - repetía una y otra vez, para mí misma, al tiempo que miraba todos aquellos minúsculos carteles en las puertas de cada clase.
- ¡Laboratorio 14-A! - gritó Frankie la cual paró en seco delante de ella.
- ¿Es esta la clase que nos toca? - dije algo confusa.
- Si - sonrió - Hoy empezamos fuerte la mañana con la clase de Ciencia Loca.

Al otro lado de la puerta, la clase del profesor Cortado estaba en su punto más crítico. La poción de libros voladores podía darse como todo un éxito o... una catástrofe. Todo dependía del silencio y el intranquilo pulso del Sr. Cortado para culminar dicha pócima con una simple gota de lágrima de dragón albino.

La gota se escurría lentamente por el tubo de ensayo hacia el caldero de pociones y todos contuvieron el aliento, pero... en ese preciso momento, Frankie abrió de golpe la puerta y nos disculpaba por llegar tarde.
Tal estruendo hizo perder el equilibrio al profesor Cortado, el cual tiró dentro del caldero todo el contenido del tubo de ensayo, más de 1.000 gotas de lágrimas de dragón albino, y aquello provocó una detonación descomunal.

¡BOOOOOOOOOOMMMMM!

Todo se llenó de denso humo y solo podía escucharse el toser de algunos alumnos que estaban situados en primera fila. La angustia y el nerviosismo por la falta de oxígeno provocó que todos los alumnos, incluido el profesor, salieramos despavoridos del aula.

Una vez en el pasillo...
- ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof! ¿Estais todos bien? - preguntó el Sr. Cortado mientras trataba de ventilar su rostro agitando enérgicamente la mano delante de su cara.
- Si, yo estoy bien... ¡y yo! Yo también... - se empezó a escuchar desde la muchedumbre de alumnos.
- Mejor será que salgamos al patio y demos por concluída la clase... ¡cof!

Todos acataron con gusto la propuesta del profesor Cortado. Frankie, que no se había separado de mi durante la explosión y posterior salida al pasillo, me cogió de la mano para indicarme el camino más rápido hacia el patio cuando, sin previo aviso, una mano grande y ruda la agarró a ella por el hombro.

- Señorita Stein, ¿sería tan amable de acompañarme al despacho de la directora? Usted también - dijo el profesor mientras clavó su grotesca mirada en mi.
- ¡Ups! ... - exclamó Frankie con una estraña mueca.

Continuará...

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