Real casa de Correos


Si este lugar tan famoso donde dan las campanadas también oculta cosas lee esto y lo sabrás todo sobre la leyenda de este célebre eficio.
Leyenda de sacada de esta página


El antes se remonta al año 1768, cuando Carlos III (el mejor alcalde de Madrid, según muchos) ve la necesidad de construir la Real Casa de Correos encarga el proyecto al gran Ventura Rodríguez, arquitecto municipal, que lo primero que hace es demoler los edificios colindantes a fin de tener espacio, y es entonces, cuando contra todo pronostico…
el Rey decide que el edificio lo construya un arquitecto francés Jaime Marquet (que vino de París sólo para arreglar el pavimento de las calles), éste, que no contaba precisamente con el favor popular diseñó un edificio de estilo totalmente francés, con fachada de piedra de Colmenar y ladrillo visto, de planta rectangular, y organizado en torno a dos patios interiores, ocupando totalmente una manzana entera pues en la parte trasera, abrieron una nueva calle. El Edificio está compuesto, de piso bajo (los tristemente célebres calabozos de la era franquista), entresuelo y piso principal, con una preciosa balconada rematada por un frontón con esculturas de Antonio Primo y un portal de acceso que es donde se celebran las recepciones de la Sra. presidenta.

Y comienza la polémica que daría paso a la leyenda, se rumorea de las malas artes del francés para con el arquitecto madrileño, y comienza la burla y el escarnio contra el arquitecto, los ciudadanos empiezan a decir “Al arquitecto la piedra y la casa al empedrador” además le acusan hasta de haber olvidado construir una escalera interior en el edificio (cierto, el edificio no contaba con escalera interior, para acceder a los pisos superiores había que hacerlo a través de la escalera del portalón de entrada).
Con el comienzo de las obras, empezaron los extraños sucesos; en forma de apariciones a los albañiles del mismísimo demonio en persona, para decirles que el edificio estaba maldito y por tanto, pasaba a manos de su legítimo propietario: Satanás.

Los obreros se negaron a trabajar y paralizaron las obras, hasta tal punto que el mismo director de la obra, puso en conocimiento de la Inquisición los hechos, que determinó, que con un fraile presente en las obras (por cierto, está documentado que el citado fraile quedó en nómina, cobrando lo mismo que cualquier obrero) el maligno no osaría acercarse, como así fue y pudo terminarse el edificio.
Protagonista, sin quererlo, de un segundo acontecimiento extraño, fue su célebre reloj (no es el actual), procedente de la antigua iglesia (y hospital de caridad) del Buen Suceso que ya estaba un tanto en desuso y que acabarían derribando.
Se cuenta que cuando las tropas napoleónicas entraron en la ciudad de Madrid, un capitán de Dragones francés ocupó el edificio acompañado de un puñado de soldados, que lograron sobrevivir del furor popular en los primeros momentos del levantamiento madrileño. Sin embargo, al enterarse los madrileños, enfurecidos como estaban, rodearon la Casa de Correos, los militares lograron huir, pero del capitán francés nunca se supo hasta… 
La leyenda dice que el mismísimo Lucifer le ayudó escondiéndole en el reloj.

A fin de encontrarlo, se convocó a los especialistas relojeros de todo el país para que revisaran la maquinaria, encontrando… !!un ratón pequeñito!!, del que dieron en decir que era, obra de la 
transformación a que el diablo sometió a su amigo, el capitán, para liberarle. El famoso reloj, el más conocido, fue un añadido posterior, de 1866, cuando el edificio ya era la sede del Ministerio de la Gobernación, y se reforma la plaza (hoy Puerta del Sol) entonces, se añade una torre en la cual se instala el reloj, que José Rodríguez Losada, el más prestigioso relojero de la época, construyó en Londres, un reloj extraordinario que cuenta con un gran orificio por el que, al dar las 12, una bola desciende, y señala el comienzo de un nuevo día, y que ha donado al pueblo de Madrid.

Bueno no creo que un ratón fuera Lucifer. Pero aún así es una historia espeluznante.
Besos de piedra
         
                                                                                                    Rochelle  Goyle

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