La guarida del diablo

¡Saludos monstruosos!

Nuevo y escalofriante relato nos llega a la redacción de Almas Errantes. En esta ocasión su autor, que prefiere mantenerse en el anonimato, nos narra como vivió esas interminables horas de angustia.

Estaba de excursión por el monte con el instituto, el día era soleado y ninguna nube se asomaba a lo lejos. Subimos montañas, exploramos cuevas naturales, bajamos a un riachuelo, jugamos a diversos juegos en la zona reservada para comer y montar tiendas de campaña, hasta que empezó a anochecer y es cuando mi amigo y compañero de autobús, me propuso volver a una de las cuevas que visitamos porque aseguraba haberse dejado la funda de la cámara de fotos sobre una roca en la entrada.

Fran y yo pillando un descuido de los profesores nos fuimos sendero arriba hasta la cueva. Mi amigo era el guía ya que de todas las cuevas que vimos ese día, no sé a cuál se refería. Andamos, no se, 15 o 20 minutos hasta llegar a ella. Con nuestros móviles íbamos alumbrando el camino y al llegar a la cueva, Fran buscó como loco la funda mientras yo le alumbraba. A todo esto un crujido se oyó desde dentro de la cueva. Yo me quedé inmóvil y rápidamente alumbré hacia la entrada de la cueva con la intención de ver qué era ese ruido, pero no se veía nada.
Fran cogió su móvil y me dijo de entrar a ver, que seguramente sería un conejo o un pequeño zorro y cuando fue a poner un pie dentro, una voz baja dijo:
- Yo de ti no entraba.
Era una voz de hombre mayor y al acabar la frase, se empezó a escuchar susurros con el nombre de mi amigo:
-Fran ...
- Fran ...
- Fran ...

Los dos salimos corriendo de aquel lugar con tan mala suerte que Fran tropezó y se le cayó el móvil por la ladera de la montaña. Yo que iba por delante lo escuché, pero era tal mi miedo que no podía parar de correr. Al rato de eso, empecé a oír a Fran gritar "socorro, que me llevan". Yo estaba asustado y no sabía que hacer. Llegué al merendero y allí pedí ayuda a los profesores que empezaron a regañarme por irme, pero que rápidamente y ante mi nerviosismo aceptaron acompañarme.

Al cabo de minutos, llegué de nuevo al sitio donde supuestamente se tropezó Fran. Allí no había nada ni nadie. Los profes pensaron de que se trataba de una broma de mal gusto y retomaron la regañina hasta que el grito de Fran los alertó. Les guié hasta la cueva y es allí donde encontramos el móvil apagado y destrozado junto con la cámara y demás pertenencias de mi amigo, pero sin rastro de él.

La noche se nos echó encima completamente y el profe de gimnasia decidió llamar a emergencias para pedir ayuda. Volvimos a los autobuses y allí esperamos a que llegasen los equipos de emergencia. Una vez con ellos volvieron a subir por el sendero, esta vez sin mí ya que me obligaron a entrar en el autobús con el resto de mis compañeros.

Pasaron minutos u horas hasta que por fin regresaron con Fran en los brazos. Estaba aturdido y lleno de arañazos. Su ropa parecía quemada, como si hubiera rodado por encima de una hoguera. El autobús puso rumbo al hospital más cercano, donde curaron y trataron a Fran hasta el día siguiente. El resto, nos alojamos en una pensión próxima. Al volver a ver a mi amigo, éste me dijo que había visto al mismísimo demonio y quería llevárselo con él. Por suerte no fue así y logro escapar.


Desde entonces, en todas las demás excursiones que hemos hecho, no nos hemos separado del grupo ni se nos ha pasado por la cabeza. Aquella excursión se quedó grabada en nuestra memoria y dudo que jamás se nos olvide.


Si te sientes identificado/a con lo relatado y deseas dar a conocer tu experiencia con el Más Allá, no dudes en escribir a thelordoftherings@hotmail.es

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